sábado, 15 de abril de 2023

Altavoz Parroquial: 16/IV/2023

 ALTAVOZ PARROQUIAL

2º Domingo de Pascua – A   

Domingo de la Divina Misericordia

Jn 20,19-31 - Tomás, el incrédulo

        El Evangelio de esta día está lleno de enseñanzas: 1º El saludo de Cristo a los Apóstoles al aparecérseles después de haber resucitado: Paz a vosotros; ¿cabe mejor saludo?; 2º Les concede el poder de transmitir la paz de Dios por el sacramento de la Penitencia o Confesión; ¡qué gran regalo para nuestra vida!; 3º Les da la gran lección de la humildad, del todo necesaria para vivir la fe en su
persona y en su mensaje de Amor, Perdón y Misericordia.
        Fue Tomás, el incrédulo, el objetivo directo de esta lección, pero va dirigido a todos. También a nosotros.


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        "Y dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo;
a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados;
a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.

    Señor, que te mostraste, ya resucitado a tus amigos más íntimos,
los Apóstoles, ofreciéndoles el don maravilloso de la paz de Dios.

    Yo también quiero esa paz en mi alma, para que siempre contribuya
a la paz y el entendimiento en los hogares; a la paz y alegría en las diversiones
y en el mundo del trabajo; a la paz y felicidad de todos en la vida social.

    Que no olvide la gran lección: solo con la paz interior en el corazón,
que me proporciona tu misericordia y tu amor,
puedo ofrecer a otros este don y hacerlo realidad en la vida.

    También enseñas que esa paz pasa muchas veces por la Confesión,
es decir, por el reconocimiento de los propios pecados
y debilidades personales con el consiguiente arrepentimiento,
también personal, y el perdón de Dios que en este caso nunca falta.

    Que acuda frecuentemente a este sacramento, y que sea de verdad
apóstol de la Confesión, con mi ejemplo y con mis consejos.
¡Cuantas excusas simples e injustificadas para retrasarla, o despreciarla!

    ¡Cuánto tiempo perdido en la Iglesia y en los apostolados de la Iglesia
por no acercarse los cristianos con más frecuencia a la Confesión,
consintiendo no estar siempre en gracia de Dios!

    Tú me enseñas, Señor, que la fe auténtica se da solo
en los que viven en gracia de Dios, y están unidos a Ti por el amor.
Por eso te pido, Señor, que no me acueste ningún día en pecado mortal.

    Señor, que cuando dude, o me surjan dificultades para creer,
diga con más humildad y confianza, como Tomás: Señor mío y Dios mío.
Y con esta súplica te abordo hoy para que renueve en el corazón
tu paz, tu misericordia y tu amor.


 

 

 

 

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