IV DOMINGO CUARESMA – C
Evangelio de la Misa: Lc 15,1-3.11-32Como el Hijo Pródigo
Sin duda la parábola del hijo pródigo merece ser meditada en cualquier época del año, pues su mensaje siempre es vivo y actual, oportuno y necesario. Pero en Cuaresma tiene una resonancia mayor y muy acorde con el tiempo litúrgico cuaresmal: tiempo de conversión, de penitencia, de confesión y de perdón de los pecados, de rectificación y de comunión con el Padre en la casa y mesa paterna.
La Pascua del Señor, Muerte y Resurrección de Cristo, nos pone inevitablemente ante esta alternativa: o conversión o pecado; o camino hacia Dios o derroteros hacia el mal y la infelicidad; o entrada en la casa de Dios y aceptación de su gracia y de su amor o vida perdida en el dolor y la desesperación; en palabras del evangelista: “en querer mantenerme con las migajas que desechan los cerdos, o disfrutar de la mesa en el banquete familiar”.
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“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.
Una vez más traemos a la oración, o charla contigo, Señor,
la maravillosa y encantadora parábola del Hijo Pródigo.
Desde que nos invitaste a la Confesión y Comunión por primera vez,
siendo niños, la hemos leído y meditado muchas veces, y siempre encontramos
nuevos enfoques, exigencias actualizadas, llamadas puntuales a la conversión,
al perdón, a la santidad. ¡Gracias, Señor, por estas enseñanzas!
Tanto el hijo menor, el Pródigo, como el mayor, nos representan muchas veces,
por eso queremos aprender de ambos para sincerarnos con nuestra debilidad
y nuestros pecados, nuestra pereza y egoísmo, nuestra sensualidad y soberbia.
Que nunca, Señor, nos falte la sinceridad para reconocer nuestros pecados,
mortales y veniales, y también nuestras imperfecciones y tibieza, para que,
reconociéndolas, pidamos perdón por la Confesión frecuente.
Pero también te pedimos la sinceridad para palpar y sentir la desgracia
y el horror del pecado y de la ofensa a Ti, y, en consecuencia
de la infelicidad y el sufrimiento que el mal y el pecado causan en el alma.
¡No queremos, Señor, sufrir tontamente, y arrastrarnos
por el campo del hambre, la miseria y la “guarda de cerdos”.
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.
Una vez más traemos a la oración, o charla contigo, Señor,
la maravillosa y encantadora parábola del Hijo Pródigo.
Desde que nos invitaste a la Confesión y Comunión por primera vez,
siendo niños, la hemos leído y meditado muchas veces, y siempre encontramos
nuevos enfoques, exigencias actualizadas, llamadas puntuales a la conversión,
al perdón, a la santidad. ¡Gracias, Señor, por estas enseñanzas!
Tanto el hijo menor, el Pródigo, como el mayor, nos representan muchas veces,
por eso queremos aprender de ambos para sincerarnos con nuestra debilidad
y nuestros pecados, nuestra pereza y egoísmo, nuestra sensualidad y soberbia.
Que nunca, Señor, nos falte la sinceridad para reconocer nuestros pecados,
mortales y veniales, y también nuestras imperfecciones y tibieza, para que,
reconociéndolas, pidamos perdón por la Confesión frecuente.
Pero también te pedimos la sinceridad para palpar y sentir la desgracia
y el horror del pecado y de la ofensa a Ti, y, en consecuencia
de la infelicidad y el sufrimiento que el mal y el pecado causan en el alma.
¡No queremos, Señor, sufrir tontamente, y arrastrarnos
por el campo del hambre, la miseria y la “guarda de cerdos”.
Queremos, no solo tenerte cerca, sino gozar y disfrutar de tu amor de padre,
de tu abrazo misericordioso, de tu casa desbordante de bienestar,
de tu mesa repleta de manjares y alegrías, de tu familia numerosa
en hijos de Dios, que se aman y son felices conviviendo como buenos hijos.
Sé que nos esperas cada día en la oración personal y en el trabajo ordinario
hecho con amor y por amor; y además con los brazos abiertos nos esperas
en la Confesión frecuente, y con la mesa puesta cada día en la Eucaristía
para gozar contigo y alimentarnos con tu Palabra y con tu Cuerpo eucarístico.
Que sepamos corresponder a tanto amor, y podamos gozar y ser felices
con tu gracia, tu perdón y tu amor de Padre bueno y misericordioso.
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en la Confesión frecuente, y con la mesa puesta cada día en la Eucaristía
para gozar contigo y alimentarnos con tu Palabra y con tu Cuerpo eucarístico.
Que sepamos corresponder a tanto amor, y podamos gozar y ser felices
con tu gracia, tu perdón y tu amor de Padre bueno y misericordioso.
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LOS SANTOS DE LA SEMANA, NUESTROS AMIGOS (30/III/2025)
(Proponemos un pequeño esbozo de algunos santos o beatos, que celebramos cada semana, y que puedan servir como modelos de vida cristiana, maestros en la fe y en la práctica de la caridad, y en consecuencia intercesores cercanos y asequibles. Queremos que sea una propuesta para leer y conocer más ampliamente sus vidas acudiendo a otras páginas, como santorales que tanto abundan en las redes sociales).
Un buen amigo para tiempos recios
Esta semana destacamos solamente la celebración el sábado, 5/III, de San Vicente Ferrer (1350-1419), sacerdote de la Orden de Predicadores, dominicos.
Nace en Valencia, España, en una familia muy cristiana, donde con facilidad surgió la vocación religiosa y el deseo de predicar y servir a la Iglesia, en unos momentos difíciles, por la desunión y enfrentamiento entre los cristianos, motivada por el Cisma de Aviñón. Triste página de la Historia de la Iglesia, pero en la que él trabajó y colaboró con su ejemplo y su predicación por toda Europa, para que las aguas volvieran a su cauce, y reinara en la Iglesia la paz y la unidad. Buen ejemplo y mejor maestro a considerar, y a encomendarnos en estos momentos de la Iglesia. Su amistad la tenemos garantizada.
Todos llamados a la santidad
Por otra parte, contemplando a los santos merece la pena considerar con frecuencia la llamada a la santidad, que Dios nos hace a todos los bautizados. Y recordando, una vez más la Exhortación del Papa Francisco, Alegraos y regocijaos (Gaudete et exsultate) recordamos hoy estas breves frases de este documento, que debe ser como una guía siempre a mano para empeñarnos en lo más importante para cada uno y para la Iglesia: “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia”. Y también: “El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”.
San Josemaría, Maestro de santidad
Un buen amigo para tiempos recios
Esta semana destacamos solamente la celebración el sábado, 5/III, de San Vicente Ferrer (1350-1419), sacerdote de la Orden de Predicadores, dominicos.
Nace en Valencia, España, en una familia muy cristiana, donde con facilidad surgió la vocación religiosa y el deseo de predicar y servir a la Iglesia, en unos momentos difíciles, por la desunión y enfrentamiento entre los cristianos, motivada por el Cisma de Aviñón. Triste página de la Historia de la Iglesia, pero en la que él trabajó y colaboró con su ejemplo y su predicación por toda Europa, para que las aguas volvieran a su cauce, y reinara en la Iglesia la paz y la unidad. Buen ejemplo y mejor maestro a considerar, y a encomendarnos en estos momentos de la Iglesia. Su amistad la tenemos garantizada.
Todos llamados a la santidad
Por otra parte, contemplando a los santos merece la pena considerar con frecuencia la llamada a la santidad, que Dios nos hace a todos los bautizados. Y recordando, una vez más la Exhortación del Papa Francisco, Alegraos y regocijaos (Gaudete et exsultate) recordamos hoy estas breves frases de este documento, que debe ser como una guía siempre a mano para empeñarnos en lo más importante para cada uno y para la Iglesia: “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia”. Y también: “El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada”.
San Josemaría, Maestro de santidad
Proponemos hoy una ayuda práctica para concienciarnos de la necesidad de ser santos, y para utilizar como andadera que facilite nuestra santidad. Para ello nos fijamos y aprendemos de San Josemaría Escrivá de Balaguer, del que recordamos y celebramos el centenario de su Ordenación Sacerdotal. El 28 de marzo de 1925, san Josemaría se ordenó sacerdote. Cincuenta años después, el 26 de junio de 1975, concluyó su vida terrena. Para celebrar este periodo, te invitamos a participar en un desafío: el San Josemaría Challenge.
¿En qué consiste? Del 28 de marzo al 26 de Junio, casi 100 días para conocer más a San Josemaría y crecer en tu vida interior. ¡Súmate a este desafío de 13 semanas! Cada semana te propondremos en este enlace: https://opusdei.org/es/article/san-josemaria-challenge-semana-1/
¿En qué consiste? Del 28 de marzo al 26 de Junio, casi 100 días para conocer más a San Josemaría y crecer en tu vida interior. ¡Súmate a este desafío de 13 semanas! Cada semana te propondremos en este enlace: https://opusdei.org/es/article/san-josemaria-challenge-semana-1/
- Una breve lectura de san Josemaría.
- Un desafío concreto para aplicar en la vida diaria.
- Tres preguntas de reflexión para que te hagas cada día por la mañana, en tu oración personal y en el examen de conciencia de la noche.
- Un desafío concreto para aplicar en la vida diaria.
- Tres preguntas de reflexión para que te hagas cada día por la mañana, en tu oración personal y en el examen de conciencia de la noche.
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AGENDA PASTORAL
Seguimos avanzando en la Cuaresma, vamos por la cuarta semana, con el domingo Laetare, que nos invita a la alegría y la satisfacción en este peregrinaje cuaresmal, para no cejar en nuestro empeño por la conversión del corazón, y al mismo tiempo manteniendo el recuerdo del miércoles, día 5/II, cuando recibíamos la ceniza durante la celebración de la Santa Misa con lo que comenzábamos la Cuaresma. La ceniza sobre nuestras cabezas nos recordaba que “somos polvo y al polvo volveremos” y por tanto que no olvidemos “arrepentirnos y creer en el Evangelio”.
AGENDA PASTORAL
Seguimos avanzando en la Cuaresma, vamos por la cuarta semana, con el domingo Laetare, que nos invita a la alegría y la satisfacción en este peregrinaje cuaresmal, para no cejar en nuestro empeño por la conversión del corazón, y al mismo tiempo manteniendo el recuerdo del miércoles, día 5/II, cuando recibíamos la ceniza durante la celebración de la Santa Misa con lo que comenzábamos la Cuaresma. La ceniza sobre nuestras cabezas nos recordaba que “somos polvo y al polvo volveremos” y por tanto que no olvidemos “arrepentirnos y creer en el Evangelio”.
Es la oración como encuentro puntual, frecuente, incluso diríamos habitual, con Cristo -pues San Pablo nos dice: “ya comáis ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios”- lo que más encauza y favorece la conversión o santidad cristiana. Por eso debemos “practicarla” habitualmente, y con más asiduidad en la Cuaresma. Ella nos ha llevará a que nuestro trabajo de cada día y todas las obras de cada momento más fácilmente las podamos santificar, convirtiéndolas en oración y mejor servicio a los demás.
Y junto a la oración, tenemos la mortificación o penitencia que es como “la oración de los sentidos”. Oración y mortificación o penitencia, que nos llevan necesariamente a reconocernos, como humanos, necesitados de hacer penitencia por nuestros pecados y por nuestra poca correspondencia a las gracias del Señor. Serán pequeñas faltas, superficialidad, conformarnos con la mediocridad, no ser malos, pero tampoco esforzarnos por ser siempre buenos y generosos con los demás y tampoco con Dios. Pues de eso debemos arrepentirnos también, y llevarlo a la Confesión, para encontrar mayor paz, alegría e ilusión por convertirnos en “atletas de la santidad”. Por eso es bueno confesarse con frecuencia, y sobre todo en Cuaresma. Si nos cuesta reconocer que somos pecadores, no olvidemos que “más grandes que nuestros pecados, es la misericordia del Señor”.
En la Parroquia, todos los días, una hora antes de la Misa de la tarde, es tiempo de confesiones, y en otros pueblos también los domingos antes de la Santa Misa. Y por supuesto tienen especial preferencia los enfermos, que pueden pedir la Confesión y Comunión siempre que lo deseen, así como recibir la visita del sacerdote en cualquier día.
Además, esta semana concurre el día 3/IV, el JUEVES EUCARÍSTICO, en el que, como todos los meses, de 17 a 20,30 h. estará expuesto el Santísimo para nuestra adoración y oración personal y comunitaria. También habrá la posibilidad de confesarse.
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VIDA CRISTIANA EN EL S. XXI
En la Parroquia, todos los días, una hora antes de la Misa de la tarde, es tiempo de confesiones, y en otros pueblos también los domingos antes de la Santa Misa. Y por supuesto tienen especial preferencia los enfermos, que pueden pedir la Confesión y Comunión siempre que lo deseen, así como recibir la visita del sacerdote en cualquier día.
Además, esta semana concurre el día 3/IV, el JUEVES EUCARÍSTICO, en el que, como todos los meses, de 17 a 20,30 h. estará expuesto el Santísimo para nuestra adoración y oración personal y comunitaria. También habrá la posibilidad de confesarse.
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VIDA CRISTIANA EN EL S. XXI
(Proponemos en esta sección algunos testimonios de cristianos actuales -con el tiempo, a algunos quizá se les considere santos- cuyo testimonio de vida es ejemplar como ciudadanos cristianos; y también destacamos acontecimientos, o celebraciones de diverso tipo, que testimonian y promueven el bien, la paz y el amor cristiano en la familia, y en la sociedad en general).
La santidad cristiana y el apostolado corresponde a todo cristiano, y se puede manifestar en las situaciones más variadas y complejas, así como podemos encontrarle y ser más conscientes de su presencia en nosotros, y de su amor, en todas las circunstancias en que pueda discurrir nuestra vida. A los ejemplos nos remitimos para admirarnos y aprender a encontrar a Dios en nuestra vida de cada día, y a darlo a conocer en todo momento y circunstancia de nuestro existir.
La santidad cristiana y el apostolado corresponde a todo cristiano, y se puede manifestar en las situaciones más variadas y complejas, así como podemos encontrarle y ser más conscientes de su presencia en nosotros, y de su amor, en todas las circunstancias en que pueda discurrir nuestra vida. A los ejemplos nos remitimos para admirarnos y aprender a encontrar a Dios en nuestra vida de cada día, y a darlo a conocer en todo momento y circunstancia de nuestro existir.
El Espíritu de Jesús se nos hace presente y operante en todas la vidas si nos ponemos a su disposición. Así lo demuestra este familia en este artículo: "El Camino Neocatecumenal hace sanar a dos almas heridas, y las une en misión: Sanó nuestras heridas"
Otros testimonios muy aleccionadores, en este enlace: "Luis C. Lagos dirige "Más cinco". Cuando Dios entra en nuestra vida , cambia el miedo por el amor"
Más ejemplos de cristianos que el encuentro con Cristo los encamina por sendas de entrega, generosidad y suma alegría. Aquí puedes descubrirlo: "En futbolista, una ingeniera viuda y un médico cirujano dejaron todo para consagrar su vida a Cristo"
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