SEMANA SANTA - CONTEMPLACIÓN
Pensando en la Semana Santa y en las
celebraciones tan particulares de estos días, y tan participadas, de una u otra
manera, por miles de personas, creyentes o más agnósticos, ateos o curiosos de
la actualidad y de los festejos, una vez más trato de repensar el
acontecimiento y unificar criterios que expliquen esta realidad y también que
ayuden a entender la Semana Santa y “sentirla” y vivirla mejor, y con más
disfrute y provecho tanto los que son sujetos activos como los que se creen
meramente pasivos en estas celebraciones, ya sean las propiamente litúrgicas y
piadosas, o las espectaculares procesiones que toman, como por asalto, nuestras
calles y plazas de ciudades y pueblos, con el asentimiento y satisfacción de todos.
En primer lugar, creo que ante este
fenómeno histórico y social, no se puede despreciar, u obviar como propio de
mujeres beatas y hombres blandengues, que tienen donde entretener sus horas
libres y sus aficiones. Tanto las autoridades civiles como eclesiásticas
reconocen y promueven estas celebraciones, pues encajan perfectamente con el
sentir popular de todos. Es verdad que son celebraciones, querámoslo o no,
principalmente religiosas por su origen, su organización, y su finalidad, y
ciertamente para muchos, creyentes o no, de “vivencias” y sentimientos
religiosos profundos.
Pero también hay que reconocer,
aplaudir y disfrutar, pues son celebraciones culturales, de gran belleza
artística, teatral, representativa y musical, y además, todo esto engrandecido
estéticamente por la piedad, y los sentimientos de los participantes activos y
pasivos.
Y al hablar de esta mezcla y
simbiosis perfecta de piedad y estética, de liturgia religiosa y
espectacularidad teatral de las celebraciones, me estoy refiriendo al mismo
tiempo a todas las celebraciones, pues todas participan de religiosidad,
belleza, teatralidad y relaciones y sentimientos compartidos. Cada una en su
lugar y momento, y con sus propios rituales: actos litúrgicos y de piedad en
las iglesias, procesiones y otros actos más costumbristas por las calles.
Pero ¿qué es lo que las unifica, y
lo que las mantiene y promociona cada vez más, sobre todo las procesiones, que
sin duda son las más multitudinarias, pues en ellas se abren las iglesias, y
sus imágenes e iconos religiosos, que convierten las calles en lugares de fe y de
piedad, de culto y catequesis, de religiosidad íntima y personal, y a la vez
compartida por todos con respeto y satisfacción?
Quizá la respuesta venga por
reconocer que estas celebraciones nos ofrecen algo de lo que estamos muy
necesitados. Nos ofrecen la posibilidad de la contemplación, lo que supone: silencio interior, mirar y
“remirar”, pensar y meditar, reflexionar e indagar por el significado de
imágenes, oraciones, gestos, música, etc. para dejarse interrogar por ellas, en
el silencio interior, que se convierte -aunque uno no se entere ni lo busque
expresamente- en tierra abonada para que destilen y surjan las oraciones y los
mejores y más gratificantes sentimientos de bondad, sinceridad, hermandad,
compromisos de paz y alegría compartida. Y como de esto estamos todos muy
necesitados, pues sin duda puede ser una inmejorable actitud que remueva la
conciencia y nos acerque a los hermanos y conciudadanos todos.
Bienvenida, pues, la Semana Santa
con sus liturgias y procesiones, si nos hacen pensar, meditar, reflexionar,
rectificar y unir sentimientos y corazones.
Cada uno desde su altura y
profundidad de fe y de religiosidad, en los actos litúrgicos, o en las
procesiones, profundizará más o menos en su contemplación, pero todos, aún sin
pretenderlo expresamente, se convierten en contemplativos del bien, de la
bondad, de la belleza, en definitiva de la Verdad, que emana de quien nos dijo
y demostró que era la Verdad y la Vida, y que estaría siempre con nosotros,
sobre todo si nos hacemos tierra abonada por la humildad para reconocernos
humanos y siempre necesitados, y por la seriedad y la contemplación interior.
En consecuencia creo que por estos
derroteros camina la posibilidad de entender el fenómeno socio-religioso de la
Semana Santa, y de participar y disfrutar con ella, y por tanto de celebrar con
provecho estos días santos para todos, cristianos o no. Todos disfrutaremos, un
año más, de la contemplación de ritos,
ceremonias, oraciones y procesiones y terminaremos más gozosamente
felicitándonos la Pascua y celebrándola con especial alegría y fraternidad, de
lo que estamos tan necesitados. ¡Feliz Pascua!
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