II DOMINGO DE PASCUA - C
Evangelio de la Misa: Jn 20,19-31La misericordia divina
La luminosidad de la Resurrección de Cristo hace exultar de gozo a los cristianos por la seguridad de sus palabras y la confianza que inspira el resucitado. Verle saludando con la paz y asegurando el perdón de los pecados a quien se manifieste arrepentido, produce una gran paz y alegría. Contar siempre con la misericordia divina, que, como paloma santificadora, ofrece comprensión y acogida cariñosa, y que trae el perdón, la paz y el amor a los corazones, ha llevado a los cristianos –guiados por Juan Pablo II- a considerar este domingo como DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA. Además, el encuentro con Tomas, el incrédulo, refuerza la fe que se apoya en la humildad y en la verdadera sencillez.
La luminosidad de la Resurrección de Cristo hace exultar de gozo a los cristianos por la seguridad de sus palabras y la confianza que inspira el resucitado. Verle saludando con la paz y asegurando el perdón de los pecados a quien se manifieste arrepentido, produce una gran paz y alegría. Contar siempre con la misericordia divina, que, como paloma santificadora, ofrece comprensión y acogida cariñosa, y que trae el perdón, la paz y el amor a los corazones, ha llevado a los cristianos –guiados por Juan Pablo II- a considerar este domingo como DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA. Además, el encuentro con Tomas, el incrédulo, refuerza la fe que se apoya en la humildad y en la verdadera sencillez.
“Recibid el Espíritu Santo;
a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;
a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Señor, Jesús, que te presentas saludando con el “Paz a vosotros”-
¡Qué bien marcharían las relaciones humanas y sociales
si también nosotros saludáramos con este buen deseo!
¿Por qué no sabemos, o ni siquiera podemos muchas veces, hacerlo?
Fácilmente vemos la respuesta en el examen de conciencia de cada día,
y también cuando nos preparamos para la Confesión.
Allí nos vemos con tantas pasiones humanas,
y, por tanto, con muchos defectos y con caídas frecuentes.
Y, lo malo, Señor, es que nos cuesta reconocerlo, rectificar y pedir perdón.
¡Cuánto necesitamos acogernos a tu misericordia infinita!
¡Cómo necesitamos, Señor, la Confesión frecuente,
para más fácilmente mantener la lucha contra el mal que hay en nosotros,
y para sentirnos más fuertes y perseverantes en el afán por la santidad de vida!
Nos vemos, Señor, pobres y débiles,
a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;
a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Señor, Jesús, que te presentas saludando con el “Paz a vosotros”-
¡Qué bien marcharían las relaciones humanas y sociales
si también nosotros saludáramos con este buen deseo!
¿Por qué no sabemos, o ni siquiera podemos muchas veces, hacerlo?
Fácilmente vemos la respuesta en el examen de conciencia de cada día,
y también cuando nos preparamos para la Confesión.
Allí nos vemos con tantas pasiones humanas,
y, por tanto, con muchos defectos y con caídas frecuentes.
Y, lo malo, Señor, es que nos cuesta reconocerlo, rectificar y pedir perdón.
¡Cuánto necesitamos acogernos a tu misericordia infinita!
¡Cómo necesitamos, Señor, la Confesión frecuente,
para más fácilmente mantener la lucha contra el mal que hay en nosotros,
y para sentirnos más fuertes y perseverantes en el afán por la santidad de vida!
Nos vemos, Señor, pobres y débiles,
y muchas veces pecadores, desanimados y vacilantes.
¡Que jamás dudemos, u olvidemos, tu infinita y siempre acogedora misericordia!
¡Qué alegría nos das, Señor, viéndote con tu personalidad divina,
y tu grandeza humana, encomendando a los apóstoles el poder de perdonar!
¡Que jamás dudemos, u olvidemos, tu infinita y siempre acogedora misericordia!
¡Qué alegría nos das, Señor, viéndote con tu personalidad divina,
y tu grandeza humana, encomendando a los apóstoles el poder de perdonar!
Queremos “saborear”, y jamás olvidar, tus palabras:
“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados,
“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Te pedimos, Señor, por quienes, olvidándose de tu misericordia divina,
no valoran suficientemente el sacramento de la Confesión,
y se ven privados de este tesoro que tanta paz transmite al alma,
y que tanto ayuda a vivir con alegría, deportividad y espíritu joven.
Y en este momento trascendental de tu vida, en que instituiste la Confesión,
allí estaba Tomás, el que, soberbio, no admite lo que oye a sus compañeros.
¡Una vez más la soberbia, que oscurece, obnubila y atonta a las personas!
Señor, haznos humildes y sencillos para aceptarte a Ti,
y a quienes te representan para nuestro bien en el sacramento de la Penitencia
o Confesión, también llamado, con razón, el sacramento de la alegría.
Te pedimos, Señor, por quienes, olvidándose de tu misericordia divina,
no valoran suficientemente el sacramento de la Confesión,
y se ven privados de este tesoro que tanta paz transmite al alma,
y que tanto ayuda a vivir con alegría, deportividad y espíritu joven.
Y en este momento trascendental de tu vida, en que instituiste la Confesión,
allí estaba Tomás, el que, soberbio, no admite lo que oye a sus compañeros.
¡Una vez más la soberbia, que oscurece, obnubila y atonta a las personas!
Señor, haznos humildes y sencillos para aceptarte a Ti,
y a quienes te representan para nuestro bien en el sacramento de la Penitencia
o Confesión, también llamado, con razón, el sacramento de la alegría.
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LOS SANTOS DE LA SEMANA, NUESTROS AMIGOS (27/IV/2025)
(Proponemos un pequeño esbozo de algunos santos o beatos, que celebramos cada semana, y que puedan servir como modelos de vida cristiana, maestros en la fe y en la práctica de la caridad, y en consecuencia intercesores cercanos y asequibles. Queremos que sea una propuesta para leer y conocer más ampliamente sus vidas acudiendo a otras páginas, como santorales que tanto abundan en las redes sociales). Una madre santa
Iniciamos la semana celebrando el lunes, 28/IV, a Santa Juana Beretta Molla (1922-1962), laica, esposa y madre de familia que, esperando un hijo no dudó en anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia.
Con solo este dato se define ya la grandeza moral de esta persona. Pero como estos actos heroicos no surgen de la nada, o esporádicamente, es necesario considerar toda su vida normal y corriente como madre y esposa, como servidora y amiga, como profesional y vecina. Su propia familia cristiana fue la base donde se forjó su carácter y sus ideales de honradez y servicio a todos, de cristiana y apóstol. Y sus estudios universitarios de medicina la prepararon para ponerse al servicio de los demás para sanar sus cuerpos y también para acercar a Dios a todos los que trataba. Consideraba su profesión como una misión para servir como cristiana e hija de Dios a los demás, y la vida como un don maravilloso de Dios. Confiándose plenamente a la Providencia, y convencida de la necesidad y eficacia de la oración, compaginaba perfectamente ser madre, esposa y médico. A propósito del parto, que le llevaría a la muerte manifestó claramente: “Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis, elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo”
Así resume se resume su vida en un santoral: La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía 39 años. Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. «Meditada inmolación», Pablo VI definió con esta frase el gesto de la beata Gianna recordando, en el Ángelus del domingo 23 de septiembre de 1973: «una joven madre de la diócesis de Milán que, por dar la vida a su hija, sacrificaba, con meditada inmolación, la propia». Fue beatificada por Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, Año Internacional de la Familia, y canonizada por el mismo Santo Padre el 16 de mayo de 2004 en la Plaza de San Pedro.
Otra mujer que brilla con luz propia en la Historia de la Iglesia, -y que puede servirnos de faro luminoso y orientador en estos momentos de la vida de la Iglesia, en que lloramos, y encomendamos al querido Papa Francisco, y pedimos con total confianza en la Providencia Divina por él y por la Iglesia- es Santa Catalina de Siena (1347-1380), virgen y Doctora de la Iglesia, religiosa de las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo. San Juan Pablo II la proclamó en 1999, copatrona de Europa, junto con Santa Brígida y Edith Stein. Y puede ser formativo leer alguna breve biografía como la que se puede encontrar en este enlace.
Y no queremos dejar en el olvido otras dos celebraciones de esta semana. El jueves, 1/V, celebramos a San José Obrero. Su bondad y su ejemplo en el trabajo es especialmente reconocido y exaltado en este día. Se lo merece, y a nosotros nos hará mucho bien tenerlo como modelo de nuestros trabajos y profesiones y como amigo intercesor, que nunca falla y con el que siempre se encuentra uno con múltiples alegrías. Y una vez más dos Apóstoles, que, como seguidores y amigos de Jesús, queremos gozar también de su amistad. El sábado, 3/V, celebramos a Santiago (el menor) y a San Felipe. Intimar con ellos es estar cerca de Jesús, y tener asegurada su amistad.
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AGENDA PASTORAL
Con la gran fiesta de la Pascua de Resurrección hemos llegado a la cima de las fiestas cristianas, que continúa con toda la Semana primera de Pascua y se prolonga con otras cinco semanas siguientes, es decir el Tiempo Pascual, que culmina con la fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos.
La pastoral ordinaria trata de vivir y comunicar la alegría de la Pascua, insistiendo en el sacramento de la Penitencia, para que todos “cumplan con Pascua” como nos enseña el Catecismo de la Doctrina Cristiana. “¿Cuándo se debe recibir la Sagrada Comunión? La Iglesia recomienda a los fieles que participan en la Santa Misa recibir también, con las debidas disposiciones, la Sagrada Comunión, estableciendo la obligación de hacerlo por Pascua”.
Por otra parte, en el panorama del mes de mayo destacan la intensificación de la preparación catequética de los padres y de los niños para la Fiesta Parroquial de las familias cristianas, es decir para la Primera Comunión de los niños; y también para la celebración pascual del sacramento de Unción de los enfermos y ancianos, en el domingo de la Pascua de los Enfermos.
También miramos con alegría la llegada del mes de mayo, que huele a primavera, a flores, a cánticos, y para nosotros a cariño maternal, que nos invita a acercarnos al altar de la Virgen María, para llevarle nuestras “flores espirituales”, y disfrutar en la Iglesia del ambiente familia cristiana.
AGENDA PASTORAL
Con la gran fiesta de la Pascua de Resurrección hemos llegado a la cima de las fiestas cristianas, que continúa con toda la Semana primera de Pascua y se prolonga con otras cinco semanas siguientes, es decir el Tiempo Pascual, que culmina con la fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos.
La pastoral ordinaria trata de vivir y comunicar la alegría de la Pascua, insistiendo en el sacramento de la Penitencia, para que todos “cumplan con Pascua” como nos enseña el Catecismo de la Doctrina Cristiana. “¿Cuándo se debe recibir la Sagrada Comunión? La Iglesia recomienda a los fieles que participan en la Santa Misa recibir también, con las debidas disposiciones, la Sagrada Comunión, estableciendo la obligación de hacerlo por Pascua”.
Por otra parte, en el panorama del mes de mayo destacan la intensificación de la preparación catequética de los padres y de los niños para la Fiesta Parroquial de las familias cristianas, es decir para la Primera Comunión de los niños; y también para la celebración pascual del sacramento de Unción de los enfermos y ancianos, en el domingo de la Pascua de los Enfermos.
También miramos con alegría la llegada del mes de mayo, que huele a primavera, a flores, a cánticos, y para nosotros a cariño maternal, que nos invita a acercarnos al altar de la Virgen María, para llevarle nuestras “flores espirituales”, y disfrutar en la Iglesia del ambiente familia cristiana.
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VIDA CRISTIANA EN EL S. XXI
(Proponemos en esta sección algunos testimonios de cristianos actuales -con el tiempo, a algunos quizá se les considere santos- cuyo testimonio de vida es ejemplar como ciudadanos cristianos; y también destacamos acontecimientos, o celebraciones de diverso tipo, que testimonian y promueven el bien, la paz y el amor cristiano en la familia, y en la sociedad en general).
Esta semana tenemos nuestra mirada, nuestro pensamiento y nuestro corazón, en Roma, en el Vaticano, y en la despedida cariñosa y apenada del Papa Francisco, que nos ha dejado para seguir acompañándonos desde el cielo con su cariño, su ejemplo y su magisterio. Y por otra parte rezando con piedad y confianza por el nuevo Papa, que se pondrá, como Vicario de Jesucristo, al frente de la Iglesia o Pueblo de Dios. Este es nuestro deber, nuestro consuelo y nuestra esperanza.
Esta semana tenemos nuestra mirada, nuestro pensamiento y nuestro corazón, en Roma, en el Vaticano, y en la despedida cariñosa y apenada del Papa Francisco, que nos ha dejado para seguir acompañándonos desde el cielo con su cariño, su ejemplo y su magisterio. Y por otra parte rezando con piedad y confianza por el nuevo Papa, que se pondrá, como Vicario de Jesucristo, al frente de la Iglesia o Pueblo de Dios. Este es nuestro deber, nuestro consuelo y nuestra esperanza.